El Capitán Vulgaridad, El Capitán Viri viri, el Rey Tormenta, el Rey Suavidad, la Reina Tranquila y el Poeta Relámpago. De Las Aventuras del Capitán Vulgaridad. De los siete mares a el séptimo cielo. Tercera parte.
El Capitán Vulgaridad, El Capitán Viri viri, el Rey Tormenta, el Rey Suavidad, la Reina Tranquila y el Poeta Relámpago. De Las Aventuras del Capitán Vulgaridad. De los siete mares a el séptimo cielo. Tercera parte.
El poeta Relámpago por un segundo se perdió en los pensamientos de lo que había escrito rato antes. Pero salió de su sopor nuevamente y enseguida atraído ante la voz cantarina y jovial del Capitán Viri Viri. Su voz hijo de la Sirena Espuma y el Capitán Encanto era eso, como una voz de sirena encantadora. El Capitán Viri viri aprendió de su madre la sirena a dejar tras sus cuentos la espuma que deja el mar, una vez retirado de la orilla, y de su padre el capitán, el encanto que produce su voz al contar las historias de los siente mares y los 100 puertos. El poeta Relámpago pensó, se creía un dios cuando escribía, nombraba todas las cosas, creaba todas las palabras todos los versos, pero frente al Capitán Vulgaridad, El Capitán Viri viri y el Rey Tormenta, no se sentía más que un poeta de dos pesos, de la admiración que les tenía. En eso volvió a pensar cuando fue sacado nuevamente por la vulgar y genial voz de el Capitán Vulgaridad que decía:
-Deja de pensar en tus versos y tus musas Relámpago, te estas perdiendo una charla genial entre nosotros cuatro- dijo el Capitán Vulgaridad.
-Así me perdiera, siempre volvería a la charla atraído por el encanto, la vulgaridad o la tormenta- dijo el poeta- de todas maneras es como un simple recreo, me pierdo unos minutos en mis pensamientos, pero siempre vuelvo a la charla.
-Tus pensamientos tienes la espuma del encanto, el jubilo genial de la vulgaridad, el regocijo de las tormentas. dijo el Rey Tormenta- pero todo esto será por un rato, aprenderás la calma de la mano del Rey Suavidad y su Reina Tranquila del reino Calma, un lugar sin tiempo, ni ley ni rutina, gobernado tan solo por la calma. Yo creía- volvió a decir el Rey Tormenta, que mis tempestades eran necesarias siempre o en muchos de los casos, pero en ese reino piensan diferente. Ahí todo es paz tranquilidad, y solo unas pocas veces tuvimos que acudir en su ayuda, en casos de necesidad con violencia, pero ellos van a sus anchas, son una suave brisa, un susurro- terminó de decir el Rey Tormenta.
-A mi hermano el Capitán Susurro, le encanta venir a el reino Calma, es muy amigo del Rey Suavidad y el la Reina Tranquila.
El poeta Relámpago pensó. Si el libro de cabecera del Rey Tormenta sería el Quijote, el del Rey Suavidad sería el Principito. Como el de la Princesa Fantasía, pensó en su princesa, sería Alicía sin ninguna duda. Pensó en cual seria su libro, una mezcla de esos tres, o quizás Pinocho, se dijo, cuando fue sacado otra vez de sus pensamientos por una suave brisa, y un susurro que le decía:
-Deja a tus pensamientos tranquilos, relájate, dale calma a tu mente- dijo una suave voz.
El poeta Relámpago se dio vuelta, y vio a un tipo con cara de saberlo poco y nada y comprenderlo todo. Miro a el Capitán Viri viri, el Capitán Vulgaridad y el Rey Tormenta, desorientado y escucho el preámbulo del Rey Viri viri.
-Cuentan que hace dormir a rugidos y leones en un placido sueño, convierte las tormentas en suaves brisas, al escucharlo hablar las vulgaridades se vuelven geniales, con ustedes damas y caballeros, el Rey Suavidad y su Reina la bella Tranquila- todo esto dijo el Capitán Viri viri con su habitual chamullo y alma de cuentista y presentador de circo.
Al poeta le resonaron las palabras del Rey Suavidad como a cuento de niño, a suave brisa, a puerto luego de una tormenta, se relajo tanto ante sus palabras que casi se larga a llorar, pero para no romper el halo de encanto que había en el ambiente, dijo:
-Ni bien veníamos desde el Reino Violento, ahora llamado Reino Apasionado, a tus tierras del Reino Calma, el clima iba cambiando, el aire se hacia mas respirable, mas sosegado. Vaya uno a saber si precisamente por la proximidad el mar y su brisa, o por la predisposición que me generaron las palabras de mis tres acompañantes, al hablarme de vos Rey Suavidad y Reina Tranquila.
-Bravísimo- dijo el Rey Suavidad con su habitual gesto suave- en estas tierras deja de pensar tanto, en estas tierras las cosas suceden, algo así como en las tierras del Rey Tormenta, pero no con tanta pasión sino con suavidad, o una pasión suavizada si querés.
-Deja que solo el tiempo te hable- dijo la Reina Tranquila.
Continuará.
El poeta Relámpago por un segundo se perdió en los pensamientos de lo que había escrito rato antes. Pero salió de su sopor nuevamente y enseguida atraído ante la voz cantarina y jovial del Capitán Viri Viri. Su voz hijo de la Sirena Espuma y el Capitán Encanto era eso, como una voz de sirena encantadora. El Capitán Viri viri aprendió de su madre la sirena a dejar tras sus cuentos la espuma que deja el mar, una vez retirado de la orilla, y de su padre el capitán, el encanto que produce su voz al contar las historias de los siente mares y los 100 puertos. El poeta Relámpago pensó, se creía un dios cuando escribía, nombraba todas las cosas, creaba todas las palabras todos los versos, pero frente al Capitán Vulgaridad, El Capitán Viri viri y el Rey Tormenta, no se sentía más que un poeta de dos pesos, de la admiración que les tenía. En eso volvió a pensar cuando fue sacado nuevamente por la vulgar y genial voz de el Capitán Vulgaridad que decía:
-Deja de pensar en tus versos y tus musas Relámpago, te estas perdiendo una charla genial entre nosotros cuatro- dijo el Capitán Vulgaridad.
-Así me perdiera, siempre volvería a la charla atraído por el encanto, la vulgaridad o la tormenta- dijo el poeta- de todas maneras es como un simple recreo, me pierdo unos minutos en mis pensamientos, pero siempre vuelvo a la charla.
-Tus pensamientos tienes la espuma del encanto, el jubilo genial de la vulgaridad, el regocijo de las tormentas. dijo el Rey Tormenta- pero todo esto será por un rato, aprenderás la calma de la mano del Rey Suavidad y su Reina Tranquila del reino Calma, un lugar sin tiempo, ni ley ni rutina, gobernado tan solo por la calma. Yo creía- volvió a decir el Rey Tormenta, que mis tempestades eran necesarias siempre o en muchos de los casos, pero en ese reino piensan diferente. Ahí todo es paz tranquilidad, y solo unas pocas veces tuvimos que acudir en su ayuda, en casos de necesidad con violencia, pero ellos van a sus anchas, son una suave brisa, un susurro- terminó de decir el Rey Tormenta.
-A mi hermano el Capitán Susurro, le encanta venir a el reino Calma, es muy amigo del Rey Suavidad y el la Reina Tranquila.
El poeta Relámpago pensó. Si el libro de cabecera del Rey Tormenta sería el Quijote, el del Rey Suavidad sería el Principito. Como el de la Princesa Fantasía, pensó en su princesa, sería Alicía sin ninguna duda. Pensó en cual seria su libro, una mezcla de esos tres, o quizás Pinocho, se dijo, cuando fue sacado otra vez de sus pensamientos por una suave brisa, y un susurro que le decía:
-Deja a tus pensamientos tranquilos, relájate, dale calma a tu mente- dijo una suave voz.
El poeta Relámpago se dio vuelta, y vio a un tipo con cara de saberlo poco y nada y comprenderlo todo. Miro a el Capitán Viri viri, el Capitán Vulgaridad y el Rey Tormenta, desorientado y escucho el preámbulo del Rey Viri viri.
-Cuentan que hace dormir a rugidos y leones en un placido sueño, convierte las tormentas en suaves brisas, al escucharlo hablar las vulgaridades se vuelven geniales, con ustedes damas y caballeros, el Rey Suavidad y su Reina la bella Tranquila- todo esto dijo el Capitán Viri viri con su habitual chamullo y alma de cuentista y presentador de circo.
Al poeta le resonaron las palabras del Rey Suavidad como a cuento de niño, a suave brisa, a puerto luego de una tormenta, se relajo tanto ante sus palabras que casi se larga a llorar, pero para no romper el halo de encanto que había en el ambiente, dijo:
-Ni bien veníamos desde el Reino Violento, ahora llamado Reino Apasionado, a tus tierras del Reino Calma, el clima iba cambiando, el aire se hacia mas respirable, mas sosegado. Vaya uno a saber si precisamente por la proximidad el mar y su brisa, o por la predisposición que me generaron las palabras de mis tres acompañantes, al hablarme de vos Rey Suavidad y Reina Tranquila.
-Bravísimo- dijo el Rey Suavidad con su habitual gesto suave- en estas tierras deja de pensar tanto, en estas tierras las cosas suceden, algo así como en las tierras del Rey Tormenta, pero no con tanta pasión sino con suavidad, o una pasión suavizada si querés.
-Deja que solo el tiempo te hable- dijo la Reina Tranquila.
Continuará.
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