Un Domingo de Novela. A lo Jaime Miró. Las Arenas el Tiempo. Sidney Sheldon. 05-11-2017.

Un Domingo de Novela.
A lo Jaime Miró.
Las Arenas el Tiempo. Sidney Sheldon.
05-11-2017.

No vayan a preguntarme ¿Por qué?, la verdad no se como vino a la mente. Buscaba un libro para hablar este Domingo de Novela. No tenia ninguno en mente. Y de repente apareció: Las arenas del tiempo. No sé cómo. No tenia relación con nada. Quería encontrar un libro significativo, alguno que fuese muy importante para mi. Pensé en un principio en los cómics de Luchy Luke, pero no había mucho de que hablar, y de ahí salte a Las arenas de tiempo. Pensé en un segundo en el carácter solitario y servicial de Lucky y supongo que la mente me llevo a un personaje parecido en Jaime Miró, el de las arenas del tiempo. También pudo ser que buscaba un libro que hubiese dejado huella. Lucky lo fue, me vino a la mente por un segundo Pinocho también, algo relacionado con mis comienzos literarios, y cercano a mi niñez, y apareció, otra vez: Las Arenas del tiempo. Salvado este preámbulo vamos con el libro.

Las arenas del tiempo, es un libro que no recuerdo bien, lo leí hace mucho tiempo ya, supongo que hace unos 20 o 25 años. Yo tendría entre quince y veinte, pero recuerdo que fue uno de los libros con lo que empecé mi aventura novelística. Novelera. Su personaje creo que partidario de la eta, acompaña a 4 monjas, y aclaro, el nombre y el dato de que eran cuatro y que acompaña a estas montas a través de tierras españolas hasta Francia lo leí de wikipedia, pero la esencia esta intacta. Una especie de héroe, que se revela y ante el agravio, acompaña a estas señoras a salvo. Un espíritu libre, furtivo, por los caminos, yendo a sus aires. Me hizo acordar a mi corta estancia, por España. Yo no huía de nada, no tenia que salvar a nadie, pero era libre, caminaba sin mucha rutina, sin mucho que hacer, sin obligaciones, por tierras desconocidas, fascinantes, entre fascinantes desconocidos. Y era un héroe que salvaba a los transeúntes de su rutina, preguntándoles algo, diciéndoles que si, que mi acento era Argentino y contándoles de donde era, y llevándolos por el camino del cuento y del buen rato, antes de que vuelvan a acomodar libros en la tienda o servir el próximo café.

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