Se puede engañar a los lectores, lo que no se puede hacer es insultarlos. De El desorden al que estoy acostumbrado. Memorias.

Se puede engañar a los lectores, lo que no se puede hacer es insultarlos. De El desorden al que estoy acostumbrado. Memorias.

Se puede engañar a los lectores, lo que no se puede hacer es insultarlos. Es decir, se les puede dar un poco de fantasía, tentarlos con trucos de poesía, aligerarles las penas, ensanchar sus glorias, como Sancho ensanchaba al Quijote, y Quijotear las pasiones, como el Quijote le prometía a Sancho una isla barataria. Lo que no se puede hacer es insultarlos. Es decir, uno puede escribir como quiera. Se podría decir: Es mi pluma y yo con mi pluma hago lo que quiero, si no le gusta lo que escribo lea otra cosa. Y no me parece mal como respuesta, uno es como escribe, y no se puede ser otra cosa. Pero a veces, hay que cuidar lo que se dice, arreglarlo, para no insultar la vista del lector, y decir la verdad, que es la única que saldrá con pasión de las entrañas, y no insultar la inteligencia del lector, con mentiras, en el fondo sin que el ni siquiera lo sepa, se daría cuenta. Ya se que un poema escrito de un tirón, es como un hijo, un niño recién nacido, así nació y así hay que quererlo como vino al mundo, entre las sombras, apresurado y con pasión. Por eso, muchas veces publicamos sin muchas correcciones. Pero algunos poemas pueden mejorarse y corregirse, como un niño educarse y hacerse mas bueno. Nace natural, como un poema recién escrito, desnudo, con todo su ser, y luego lo vamos arropando y educando. Bueno de eso se trata, cuando escribo publico, por no degenerar mucho al niño que acaba de nacer. Pero he tomado la determinación de tener dos tipos de escrituras, una visceral y recién nacida, desnuda, tal cual vienen al mundo en un poema, y otra arropada y corregida, educada, que serán mis poemas corregidos y aumentados. Arropados, crecidos y educados. Educado por la retórica, el mundo. Pero no dejaré de dejar a esos niños recién nacidos, libres, editados ni bien recién fueron escritos, para que no sean viciados por el después, por la ropa, por el crecimiento, por la educación. Son en resumidas cuentas, mis poemas mal educados, los recién escritos. Insolentes, vehementes, viscerales, como todo buen recién nacido. Y como tampoco voy a abandonar a mi público, ni mis ganas, sigo publicando, esta vez, poemas recién nacidos, y poemas ya crecidos.
Esto me hizo acordar. Una vez mi hermana me dijo: ¿Cómo quedará mejor este collar con estos colores o con estos? Preguntándome sobre unos collares que estaba armando. Yo que estaba estudiando diseño le dije: -Mira tengo un libro que habla sobre teoría del color. Te lo voy a prestar. Luego, o un rato más tarde, o al otro día. Me entró la sospecha, algo parecido a lo que hablaba arriba sobre mis poemas. ¿Debo darle el libro para que estudie teoría del color? O ¿Debo dejar que se lleve por su intuición, sin teorías, sin ser viciada por el conocimiento, en este caso del color. Desoír tratados, y escuchar la voz de la intuición, la visceral, la ancestral, la de todos los tiempos, anterior a toda teorización, preceptiva, y educación? Todavía hoy en día esa pregunta sigue sin ser contestada, por eso mismo, y como soy un poco ecléctico, es decir puedo tomar varias teorías, y no me tomo a rajatablas las cosas, en muchos casos, y me parece lo mas conveniente, a veces escucho la intuición y a veces el raciocinio. Gana la intuición por experiencia, la mayoría de las veces.

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